Autor: Soledad Cuesta
Amanece 13 de junio y Ecuador inicia su primer día de paro nacional, un paro que duró 18 días gracias a la resistencia de miles de mujeres, hombres, adolescentes, universitarios, médicos, enfermeras, cuerpo médico, voluntarios y voluntarias que sostuvieron al país en uno de los momentos más difíciles de Ecuador en lo que va del 2022.
Con el pasar de los días la situación se agrava, el enfrentamiento de los y las manifestantes con la policía se vuelve tendencia a nivel nacional e internacional: decenas de detenidos y agredidos, negocios cerrados, nueve vidas humanas perdidas en las calles, niñas y niños que han pasado 13 días sin sus madres/padres, menores de edad agredidos con gas y 81 votos a favor para que el ejecutivo salga de sus funciones hablan de la realidad de un país. ¿Los antecedentes? Subida del precio del combustible, incremento de la canasta básica, desempleo, inseguridad en las calles, violencia de género, bachilleres sin un cupo para acceder a la universidad, enfrentamientos en las cárceles y muchas otras situaciones, son algunas de las tantas realidades que acontecen en el país.
El pueblo decide otorgar al presidente 90 días para que la situación mejore, una situación que Ecuador viene arrastrando desde varias presidencias atrás, pero que claramente no lo exime de responsabilidad y al hablar de esta decisión, no cuestiono la resolución de la CONAIE ya que sostener un paro es durísimo y claro, cambiar un país en noventa días también lo es, pero cabe recordar que se tuvo casi un año para encargarse, pero en todo caso que 81 representantes del pueblo expresen su opinión de finalizar las funciones del actual presidente mediante su voto, es importante y preocupante.
Mejorar la realidad en el país es una tarea titánica y es sustancial recordar que es trabajo de todas/os los ecuatorianos pero que también es responsabilidad del Estado otorgar los mecanismos necesarios para que, la oportunidad de mejorar al país esté al alcance de un niño que debe creer en un ambiente seguro, de una adolescente bachiller al poder alcanzar un título universitario (algo necesariamente requerido para un mundo tan competitivo en estos días), de un profesional al cumplir con excelencia sus actividades dentro de su trabajo disfrutando de todos los derechos laborales otorgados por ley y humanidad, de una madre al tener acceso a un sistema de salud de calidad, de un profesor que tiene su jubilación acorde a la ley; cambiar al país contando con el apoyo de un campesino que puede transportar con seguridad sus productos y venderlos a un precio justo y de una ingeniera que puede encontrar trabajo en su área.
Contrario a lo que muchas personas creen, detenerse no es una opción para nadie; no lo fue antes, no fue durante el paro y no es una opción hoy, pero ¿a qué costo?